¿Por
qué hay quien le dice campo santo al panteón? ¿De qué manera es más correcto
llamarle: pasto, zacate o césped? ¿Por qué se le dice Monte de Piedad a las
casas de empeño? ¿Qué es un regidor y
que un párvulo? ¿Por qué se escucha diferente
el español del norte, del centro, del sur y de la costa si todos hablamos
español y somos del mismo país? Estas y otras parecidas, son preguntas que
todos nos hemos hecho alguna vez. La lengua es un fenómeno vivo y en constante
cambio, cada lengua o idioma tiene variantes dialectales, pues cada uno
de los usuarios de la lengua tenemos una forma distinta de usar la lengua, es
decir un idieolecto particular, influido por el lugar donde vivimos,
nuestra educación, trabajo, edad, género e incluso los lugares donde hemos
vivido.
JERGA Y ARGOT
Como ya hemos
mencionado, la disciplina que se encarga de estudiar la lengua y sus fenómenos
es la lingüística y sus principales
ramas son la fonética, la semántica y la etnolingüística. Como disciplinas
relativamente nuevas, y que tienen como objeto de estudio un fenómeno tan
complejo, y constante cambio y crecimiento como es la lengua y sus variantes, a
veces resulta complicado llegar a acuerdos definitivos. Tal es el caso que
ahora nos ocupa: la diferencia entre jerga y el argot.
Varios
autores como el lingüista inglés Michael Halliday y la mexicana Elizabeth Luna
Traill coinciden en que la jerga, al igual que el argot, consisten en una
variedad de la lengua que caracteriza el habla de determinado grupo social o
profesional con el propósito de distinguirlo. Dicho de otra manera, es el
lenguaje particular que utiliza un grupo determinado de personas que se
identifican por las actividades que realizan. Así, es común que cada profesión
se distinga una determinada jerga lingüística que, generalmente, solo es
dominada por los especialistas que la manejan. Un ejemplo muy característica es
el lenguaje médico. Para los pacientes suele ser difícil entender la terminología
empleada en el diagnóstico, por lo que es común pedirle al médico que lo
explique con palabras que sean de fácil comprensión, es decir, sin jerga
médica. Y es que no es común que quien no ejerza la medicina sepa que una
isquemia miocárdica prolongada no es sino un infarto. Lo mismo ocurre en el
ambiente jurídico. Recientemente, el polémico documental mexicano Presunto culpable muestra, entre otras
cuestiones cómo es complicado responder a las preguntas del juez cuando él
utiliza jerga legal. Por ejemplo, se le pide al testigo que proporciones la
“media filiación” del acusado, que no es otra cosa que la descripción física
del mismo. Sin embargo, para quienes no somos abogados es difícil entender a
que se refiere tal solicitud.
Algunas
jergas de determinados grupos sociales tienen como finalidad que el mensaje no
pueda ser comprendido por personas que no pertenecen a su grupo, creando así
formas nuevas. Por ejemplo, “hablar con la f” que consiste en agregar a cada
sílaba normal una nueva sílaba formada con la letra f y la misma vocal.
No me acuerdo
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Nofo mefe afacueferdofo
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Dar un
valor nuevo a palabras comunes y de uso general o por broma o ironía, también
constituye la invención de una jerga. Observa el ejemplo:
¡Qué milanesas que te
dejas bisteses!
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¡Qué milagro que te
dejas ver!
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Como
hemos dicho anteriormente, el español es un sistema de signos y reglas que
permite la comunicación de toda nuestra comunidad lingüística, pero que depende
de quién, donde y cuando lo utilice; de esta forma podemos encontrarnos con
dialectos y variantes de distintos tipo.
Variedades diatópicas. Estas dependen del lugar y se llaman variantes dialectales,
así podemos identificar y diferenciar el español cubano, el español ibérico o
peninsular, el español colombiano y de manera más específica podemos hacer
diferencias claras entre variantes dialectales que se hablan en un mismo país,
por ejemplo, diferenciar entre el español de la capital de la ciudad y de
ciudades como Monterrey, Nuevo León y Mérida, Yucatán.